lunes, 17 de noviembre de 2014

Sí, fue un sueño.

Aunque hay pruebas de que lo sucedido en ese día fue real, sigo empeñándome en creer que todo fue un sueño, porque todo era tan diferente, yo ni siquiera vestía como suelo vestir, no parecía un día como los que acostumbro vivir.
Primero subo a un camión al que jamás había subido, el cual me lleva a un sitio al que jamás había ido; hasta aquí van dos "jamás había". Luego de un breve descenso me encuentro con un lugar en el tiempo y el espacio donde en la mitad el clima es "nublado" y la otra mitad soleado.
El protagonista de la historia que se extiende hasta perderse en el horizonte está en completa calma, paz y quietud.
Y por un momento me veo rodeado de preciosas fotografías que no puedo tomar, de figuras en las nubes que sólo yo puedo ver, de notas musicales que vuelan frente a mí, y palabras y palabras que forman conversaciones que no estoy leyendo en un monitor; locuras, cosas cotidianas y hasta chismes.
Y miro unos ojos, y miro unos labios, entonces prefiero perderme agresivamente en la idea de que todo es un sueño.
Y cuando llega la hora desconocida, el momento de tomar el camión para volver a la realidad, empiezo a despertar y son las 6 de la mañana del día siguiente.
Sigo siendo el mismo, pero mi mundo cambió.

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